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Estética del ingeniero, arquitectura


Le Corbusier
Estética del ingeniero, arquitectura, dos cosas solidarias, consecutivas, una en pleno desarrollo, otra en penosa regresión.
El ingeniero, inspirado por las leyes de la economía y guiado por el cálculo matemático, nos pone en acuerdo con las leyes del univer­so. Alcanza la armonía.
El arquitecto, con su disposición de las for­mas, realiza un orden que es una pura crea­ción de su espíritu; con las formas afecta in­tensamente nuestros sentidos y provoca emo­ciones plásticas; con las relaciones que crea despierta profundas resonancias en nosotros, nos da la medida de un orden que sentimos que está de acuerdo con el de nuestro mundo, determina los diversos movimientos de nues­tro espíritu y de nuestro corazón; entonces es cuando sentimos la belleza.


Estética del ingeniero


Tres advertencias a los arquitectos
El volumen
Nuestros ojos están hechos para ver las formas bajo la luz.
Las formas primarias son hermosas porque pueden apreciarse claramente.
Los arquitectos de hoy ya no realizan estas formas simples.
Operando con el cálculo, los ingenieros em­plean formas geométricas, satisfacen nuestros ojos con la geometría y nuestro espíritu con las matemáticas; su trabajo está en la línea del buen arte.
La superficie
Un volumen está limitado por su superficie, una superficie dividida según las líneas direc­trices y generatrices del volumen, que descu­bren la individualidad de este volumen.
Los arquitectos tienen miedo hoy de los com­ponentes geométricos de las superficies.
Los grandes problemas de la construcción moderna deben tener una solución geométrica.
Obligados a trabajar de acuerdo con las ne­cesidades estrictas de unas condiciones exac­tamente determinadas, los ingenieros hacen uso de los elementos generadores y definidores de las formas. Crean hechos plásticos límpidos e impresionantes.
La planta
La planta es la generatriz.
Sin la planta es el desorden, la arbitrariedad. La planta lleva en sí la esencia de la sensación.
Los grandes problemas de mañana, dicta­dos por las necesidades colectivas, plantean la cuestión de la «planta» en una forma nueva.
La vida moderna exige, y espera, un nuevo tipo de planta tanto para la casa como para la ciudad.
Los trazados reguladores
Un elemento inevitable de la arquitectura. La necesidad de orden. El trazado regula­dor es una garantía contra la arbitrariedad. Procura satisfacción al espíritu.
El trazado regulador es un medio, no una receta. Su elección y su modalidad de expre­sión forman parte integrante de la creación ar­quitectónica.
Ojos que no ven
Los trasatlánticos
Acaba de comenzar una gran época. Existe un nuevo espíritu.
Existe una multitud de obras concebidas en el nuevo espíritu; se encuentran particularmen­te en la producción industrial.
La arquitectura se ahoga en la costumbre.
Los «estilos» son una mentira.
El estilo es una unidad de principio que ani­ma toda la obra de una época, el resultado de un estado espiritual característico.
Nuestra época determina, día a día, su pro­pio estilo.
Nuestros ojos, desgraciadamente, todavía no son capaces de discernirlo.
Los aviones 
El avión es un producto de alta selección.
La lección del avión reside en la lógica que ha presidido el planteamiento del problema y su realización.
El problema de la casa todavía no se ha planteado.
Las casas actuales de la arquitectura ya no responden a nuestras necesidades.
Sin embargo, existen estándares para la vi­vienda.
La mecánica lleva en sí el factor de econo­mía, que selecciona.
La casa es una máquina para habitar.
Los automóviles
Debemos tender al establecimiento de están­dares para afrontar el problema de la perfección.
El Partenón es un producto de selección apli­cado a un estándar.
La arquitectura opera sobre estándares.
Los estándares son una cuestión de lógica, de análisis, de estudio escrupuloso. Se basan en un problema bien «planteado». Un están­dar queda definitivamente establecido median­te la experimentación.
Arquitectura


La lección de Roma


La tarea de la arquitectura consiste en esta­blecer relaciones emotivas mediante el empleo de primeras materias.
La arquitectura va más allá de las necesi­dades utilitarias.
La arquitectura es un hecho plástico.
Espíritu de orden, unidad de intención.
El sentido de las relaciones; la arquitectura trata con cantidades.
La pasión convierte la piedra inerte en algo emocionante.
La quimera de la planta
La planta procede de dentro a fuera. El exte­rior es resultado de un interior.
Los elementos arquitectónicos son la luz y la sombra, el muro y el espacio.
El orden es la jerarquía de los fines, la clasificación de las intenciones.
El hombre contempla las cosas de la arqui­tectura con sus ojos que están a un metro se­tenta del suelo. Sólo se puede contar con los fines asequibles al ojo, con las intenciones que toman en cuenta elementos arquitectónicos. Si se confía en intenciones ajenas al lenguaje ar­quitectónico, se cae en la quimera de las plan­tas, se transgreden las reglas de la planta a través de un error de concepción o por una inclinación hacia la vanidad.
Pura creación del espíritu
Contorno y perfil son la piedra de toque del arquitecto.
Aquí se revela como artista o como simple ingeniero.
El contorno está libre de toda coacción.
No se trata ni de costumbre ni de tradición ni de procedimientos constructivos ni de adap­tación a necesidades utilitarias.
El contorno y perfil es una creación pura del espíritu; requiere el artista plástico.
Casas en serie
Ha empezado una gran época. Existe un espíritu nuevo.
La industria, irresistible como un río que corre hacia su destino, nos proporciona herra­mientas nuevas adaptadas a esta nueva época, animada de un nuevo espíritu.
Las leyes de la economía gobiernan impe­rativamente nuestros actos y nuestro pensa­miento.
El problema de la casa es un problema de nuestra época. El equilibrio de la sociedad de­pende hoy de él. El primer deber de la arqui­tectura, en esta época de renovación, es llevar a cabo una revisión de valores, una revisión de los elementos constitutivos de la casa.
La producción en serie se basa en el análisis y en la experiencia.
La gran industria debe ocuparse de la edi­ficación y producir en serie los elementos de la casa.
Debemos crear el estado de ánimo de la pro­ducción en serie; el estado de ánimo de la cons­trucción en serie de casas; el estado de ánimo de habitar en casas producidas en serie; el es­tado de ánimo de concebir casas en serie.
Si eliminamos de nuestras mentes y de nues­tros corazones todos los conceptos caducos con respecto a la casa, y consideramos la cuestión desde un punto de vista objetivo y crítico, lle­garemos a la «Casa—Máquina», a la casa en serie, sana (incluso moralmente) y hermosa como las herramientas de trabajo que acom­pañan nuestra existencia.
Hermosa también con toda la animación que la sensibilidad artística puede dar a los ele­mentos puros y rigurosos.


Arquitectura o revolución


En todos los dominios de la industria se han planteado problemas nuevos, y se han creado las herramientas capaces de resolverlos. Si se coloca este hecho frente al pasado, hay una revolución.
En la edificación se ha comenzado la fabri­cación en serie; se han creado, de acuerdo a las nuevas necesidades económicas, los elemen­tos de detalle y los elementos de conjunto; se han logrado realizaciones concluyentes en el detalle y en el conjunto. Si uno se enfrenta con el pasado, hay una revolución en los métodos y en la amplitud de las empresas.
Aunque la historia de la arquitectura evo­luciona lentamente a través de los siglos, en modalidades de estructuras y decoración, en cincuenta años el hierro y el cemento han apor­tado conquistas que son el índice de una gran potencia de construcción y el índice de una arquitectura con el código alterado. Si uno se coloca de cara al pasado, se ve que los «esti­los» ya no existen para nosotros, que se ha elaborado un estilo de época; que ha habido una revolución.
Le Corbusier (Chaux-de-Fonds, 1887- Roquebrune, 1965). Vers une Architecture. Crés. París, 1923. Traducción castellana en Poseidón. Buenos Aires, 1964.

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